3 de agosto de 2014

APUNTES AUTOESTUDIO: RAZÓN, FE Y PENSAMIENTO MEDIEVAL


RAZÓN Y FE

Bajo este titulo incluimos el problema de las relaciones, históricamente cambiantes, entre las afirmaciones que derivan de una creencia religiosa, y por una parte, la experiencia que tenemos del mundo y sus fenómenos, y por otra, las exigencias más universales de la razón.

¿Cómo surge el problema? Es un hecho que tanto por lo que llamamos ahora 'fe' –sin mayores determinaciones– como por lo que llamaremos 'razón', también así provisoriamente, damos por ciertas o verdaderas algunas cosas. Y no nos adentremos todavía en una mayor precisión de los términos.

Ahora bien, si 'las verdades' que nos da la fe pertenecieran a un orden de cosas totalmente diverso y separado del orden de cosas que caen bajo el imperio de la experiencia y de la razón, el conflicto seria mucho menos evidente y menos dramático. Pero, las cosas no están así. Pongamos un ejemplo. La vida de Cristo es un hecho sobre el que se pronuncia tanto la historia, llamémosla así 'científica' como la 'historia sagrada'. Y puede ocurrir que los datos o conocimientos de una de ellas parezcan incompatibles con lo que dice la otra respecto de lo mismo. Y así suele ocurrir que uno de los modos de tener algo por cierto 'disuelva' totalmente en su propia explicación al otro modo; que el historiador diga, por ejemplo, que la divinidad atribuida a Cristo es un fenómeno que puede explicarse históricamente por factores políticos y culturales perfecta y totalmente determinables, etc. Esto quiere decir que la historia sagrada se vuelve un capitulo de la Historia Científica, de ser exacto lo que ha dicho ese historiador. De igual manera, desde la historia sagrada se puede afirmar que la negación de la divinidad de Cristo es algo ya previsto en la Historia de la Salvación (es decir, en la Historia Sagrada). Y así, la historia científica se convierte en un capítulo de la Historia Sagrada. La mutua reducción de las razones del adversario a un capítulo de nuestra propia posición es una de las formas más radicales e insuperables de contraposición e intolerancia. Y a tal punto llegó a veces la controversia entre razón y fe.

Sin embargo, no siempre las cosas estuvieron así. Hagamos un poco de historia: La clara conciencia de que existe una doble modalidad de tener algo por cierto y verdadero, surge en Grecia. Y surge justamente en los tiempos en que se hace presente este nuevo ideal de saber que es la filosofía.
Y es a propósito de lo que sabemos (o creemos saber) de los dioses y de su trato entre ellos y con los hombres, que empiezan a plantearse ciertas exigencias que desde ya podemos llamar 'racionales'.

El griego sabia de los dioses mediante el mito, es decir, mediante una verdad que se trasmite por la palabra, por la narración. Es importante recalcar esto: que el término 'mito' significó en sus orígenes y durante mucho tiempo 'narración veraz'. Narración de cosas (de hechos) que ya habían sucedido y que, por lo tanto, conservaban su 'veracidad' sólo en la trama del mito. Así, el mito narraba cómo los dioses habían ayudado a tal o cual héroe, cuáles y cómo habían fundado las ciudades, las profesiones; cómo se habían distribuido el poder del universo, cómo se lo disputaban, etc.

Todo este saber y tener por cierto de la tradición empieza a ser cuestionado por los filósofos. Y no porque ya no se crea en los dioses, sino por el contrario, por que la dignidad y excelencia de los dioses no permite que se les atribuyan las pasiones y los defectos que el mito les atribuye (la furia, la crueldad, la parcialidad por un pueblo, una ciudad o un hombre, etc.).

A la exuberancia imaginativa del mito debe, simplemente, ponérsele un freno racional, de tal manera que no aceptemos jamás que se diga de los dioses algo que repugne a nuestro pensamiento o a la naturaleza perfecta de los bienaventurados.

En oposición al antiguo hacedor de mitos –casi siempre, el poeta– Platón coloca al filósofo, cuya tarea es pensar (y no imaginar) lo divino. Es por eso que el filósofo es, igualmente, teo–logo (el que discurre sobre lo divino).

La misma contraposición encontramos en Aristóteles. Por una parte, los mitólogos –los fabricantes de narraciones fantásticas acerca de los dioses– y por otra, el teólogo (o filósofo), que investiga las cosas divinas.

En resumen: la primera confrontación entre dos modos distintos de tener por cierta una cosa, ocurre en Grecia y asume la forma de una contraposición entre mito y teología (mithos y theos), entre narración de actos imaginarios, atribuidos a los dioses y pensamiento acerca del ser de dios (filosofía).

Con el advenimiento del cristianismo la palabra mito se afianza definitivamente en ese carácter negativo que conserva hasta nuestros días: Mito o fábula es una explicación inadecuada y fantasiosa respecto de la acción de la divinidad (o divinidades) en el mundo. Y, de este modo, toda la religiosidad griega pasa a ser para la nueva religión 'Mitología Griega' término que también se conserva hasta nuestros días.

El cristianismo se presenta a si mismo como el advenimiento de la Palabra de Dios (Logos, Verbum); se presenta como el poder de-mitologizante del logos (de la palabra), es decir, como la verdad absoluta, que reduce todo a su propia luz.

Pero la verdad revelada se encuentra esencialmente en los Libros Santos, cuyo autor es Dios, y en el comentario o la interpretación que de esos libros han hecho hombres inspirados también por Dios (Auctoritas).

Todo esto forma un cuerpo de afirmaciones que es lo que el cristiano da por cierto en virtud de su fe. En resumen: la verdad no reside en una conquista personal del filósofo sino en el hecho de ligarse a la Palabra, a través de la auctoritas, es decir, de los autores inspirados por el Autor de la revelación.

La primera forma de contraposición interna que se da en el cristianismo entre razón y fe, toma la forma concreta y más generalizada de un posible conflicto entre lo que se tiene por cierto en razón de la autoridad y lo que se tiene por cierto por la autoridad de la razón.

Y aquí el grado de intensidad del conflicto va a depender de lo que llamemos 'razón' y 'razonable'. Pues, por una parte, si llamamos 'razonable' a lo que sucede exclusivamente según ciertas regularidades (leyes) dadas en el mundo físico y humano, entonces, muchos de los hechos afirmados en las Escrituras son irracionales (no naturales).

Y, entonces, se crea un abismo, especialmente entre ciencia y religión.

Pero, también los mismos términos con que la Biblia describe el ser de Dios o su acción en el mundo, pueden parecer contradictorios con lo que el pensamiento racional exige pensar la divinidad. Y entonces el conflicto se establece entre filosofía y religión. Esto fue justamente lo que le pasó a Platón respecto de la 'mitología'.

Como vemos, las relaciones entre razón y fe no sólo son cambiantes en cuanto a tener a veces un signo positivo, y otras, uno negativo. (Compatibilidad o incompatibilidad). También son cambiantes en cuanto a la zona en la que se produce más intensamente el choque o el entendimiento: ya en la filosofía, o en la ciencia, o en la política, como sucede en nuestros tiempos, etc.

Bogumil Jasinowski, el insigne filósofo que vivió entre nosotros (†1887–1969) estudió profundamente las relaciones entre razón y fe a lo largo de la historia de Occidente. Es más:

Para Jasinowski existe una sola posibilidad de encontrar el hilo del sentido que une a todo el medioevo en sus variadas manifestaciones: "Hemos de comprender esta historia a la luz de algo fundamental que subyace en su trayectoria milenaria y que no es otra cosa sino la evolución de las relaciones entre razón y fe” 1

Tal evolución presenta cinco etapas, dos de las cuales caen fuera del período medieval. Sin embargo, la quinta, que abraza el romanticismo alemán del siglo pasado, corresponde a una vuelta a la primera etapa, con la que se inició todo el proceso.

La primera etapa, que podría llegar hasta la época de San Anselmo (1035–1109), se caracteriza por la preeminencia “de cierta compenetración mutua y conciliadora de razón y fe”; Justino, el mártir, Gregorio de Nisa, pero sobre todo, San Agustín, son los representantes más destacados. El segundo periodo se caracteriza por una más clara diferenciación entre razón y fe, entre filosofía y teología; sin embargo, Santo Tomás (1225–1274), su principal representante, no establece en absoluto una pugna entre la verdad de la razón y la de la fe: ambas se complementan y se integran. Por eso Jasinowski denomina a este periodo "el de la verdad bigradual". La disolución de la escolástica, con el nominalismo de Guillermo de Occam (1298–1349), coincide con un movimiento de separación aún mayor entre la verdad de la razón y la de la fe. A este periodo Jasinowski lo denomina "el de la verdad escindida", pero en desmedro de la razón, ya que el conocimiento esencial de las cosas parece inalcanzable. La polarización llega a su máxima intensidad con el protestantismo luterano del siglo XVI, y cuyo más grandioso exponente será, dos siglos mas tarde, Manuel Kant. Se trata de una suerte de doble verdad. ¿Qué dice la doctrina de la doble verdad? Que es imposible hacer convivir en la unidad de una misma conciencia las afirmaciones de la fe y las de la razón; que aún suponiendo que ambas sean verdaderas, son incompatibles. Finalmente, llegamos al quinto periodo, en que nuevamente se produce un intento de compenetración o de identificación entre las verdades de la razón y las de la fe. Sus más destacados representantes: Hegel y Bergson.

Humberto Giannini “Breve Historia de la Filosofía” Editorial Universitaria, 1987. Santiago de Chile

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GALILEO GALILEI (1564 - 1642)


En torno a Galileo
Carta del señor Galileo Galilei, Académico Linceo, escrita a la señora Cristina de Lorena, Gran Duquesa de Toscana


(...) Pero sucedió que el tiempo ha revelado progresivamente a todos la verdad de lo por mí sentado. Quienes están al tanto de la ciencia astronómica y de la ciencia natural quedaron persuadidos de la exactitud de mi primera posición. Y quienes se negaban a reconocer la verdad de lo que yo afirmaba sólo por causa de su inesperada novedad, o porque carecían de una experiencia directa de ella, se plegaron poco a poco a mi punto de vista. Pero los hay quienes, amén de su apego a su primer error, manifiestan hallarse mal dispuestos, no tanto para con las cuestiones que expongo, cuanto para con su autor; y como ya no tienen la posibilidad de negar una verdad por hoy bien probada, la ocultan con obstinado silencio, y todavía más irritados que antes por mis afirmaciones que los otros aceptan ahora sin inquietud, intentan combatirlas de diversas maneras. No haría yo más caso de ellos que de los otros contradictores que se me han opuesto, seguro de que la exactitud de lo que sostengo habrá de ser por fin reconocida, si no viera que esas nuevas calumnias y persecuciones no se limitan a la cuestión particular de que he tratado, sino que se extienden hasta el punto de hacerme objeto de acusaciones que deben ser; y que son para mí más insoportables que la muerte. Es por ello que no debo hacer de modo que su injusticia sea reconocida solamente por quienes me conocen, y los conocen a ellos, sino por cualquier otra persona. Esos adversarios tratan de desprestigiarme por todos los medios posibles. Saben que mis estudios de astronomía y de filosofía me han llevado a afirmar, con relación a la constitución del mundo que el Sol, sin cambiar de lugar, permanece situado en el centro de la revolución de las órbitas celestes, y que la Tierra gira sobre sí misma y se desplaza en torno del Sol. Advierten además que una posición semejante no sólo destruye los argumentos de Ptolomeo y de Aristóteles, sino que trae consigo consecuencias que permiten comprender, ya sea numerosos efectos naturales que de otro modo no se sabría cómo explicar, ya ciertos descubrimientos astronómicos recientes, los que contradicen radicalmente el sistema de Ptolomeo y confirman a maravilla el de Copérnico. Cayendo en la cuenta de que si me combaten tan sólo en el terreno filosófico les resultará, dificultoso confundirme, se han lanzado a escudar su razonamiento erróneo tras la cobertura de una religión fingida y la autoridad de las Sagradas Escrituras, aplicándolas, con escasa inteligencia, a la refutación de argumentos que no han comprendido.

(...)
Sentencia del Tribunal de la Inquisición, 22 de junio de 1633

“Visto, que tú, Galileo, hijo de Vincenzo Galilei, florentino, de setenta años de edad, fuiste denunciado en el año 1615 a este Santo Oficio, por sostener como verdadera la falsa doctrina que algunos enseñan de que el Sol es el centro del mundo y está inmóvil y la Tierra se mueve, y también con un movimiento diario; por tener discípulos a quienes enseñaste la misma doctrina; por mantener correspondencia con ciertos matemáticos de Alemania respecto de las mismas; por publicar ciertas cartas tituladas Sobre las manchas solares en las que desarrollaste la misma doctrina considerándola verdadera; y por oponerte a las objeciones de las Santas Escrituras que de cuando en cuando hablan contra tal doctrina, al glosar las dichas Escrituras de acuerdo con la significación que tú le das; y visto que luego se presentó la copia de un documento bajo la forma de una carta en que se dice que tú la escribiste a un ex discípulo tuyo y en la que hay diferentes proposiciones que siguen la doctrina de Copérnico y que contrarían al verdadero sentido y la autoridad de las Sagradas Escrituras.

Este Santo Tribunal, teniendo, pues, la intención de proceder contra el desorden y daño resultantes, que fueron en creciente detrimento de la santa fe, por mandato de Su Santidad y de los eminentísimos señores cardenales de esta suprema y universal Inquisición, los calificadores teológicos calificaron del modo siguiente las dos proposiciones referentes a la estabilidad del Sol y al movimiento de la Tierra:

La proposición de que el Sol es el centro del mundo y no se mueve de su lugar es absurda y falsa filosóficamente, y formalmente herética, porque contradice expresamente las Sagradas Escrituras.

La proposición de que la Tierra no es el centro del mundo y no está inmóvil, sino que se mueve, y también con un movimiento diario, es igualmente absurdo y falsa en cuanto filosofía, y desde el punto de vista de la verdad teológica, es, por lo menos, errónea en la fe. (...)

.... decimos, pronunciamos, sentenciamos y declaramos que tú, el dicho Galileo, en razón de las cuestiones aducidas en el juicio y de lo que confesaste antes, te has hecho, ante el juicio de este Santo Oficio, vehementemente sospechoso de herejía.

Te condenamos a la prisión formal de este Santo Oficio, durante el tiempo que nos parezca y, por vía de saludable penitencia, te mandamos que durante los tres años venideros repitas una vez a la semana los siete salmos de penitencia. Nos reservamos la libertad de moderar, conmutar o anular, en todo o en parte, los mencionados castigos y penas.”
Abjuración de Galileo, 22 de junio de 1633

"Yo, Galileo Galilei, hijo del difunto Vincenzo Galilei, de Florencia, de setenta años de edad, siendo citado personalmente a juicio y arrodillado ante vosotros, los eminentes y reverendos cardenales, inquisidores generales de la República universal cristiana contra la depravación herética, teniendo ante mí los Sagrados Evangelios, que toco con mis propias manos, juro que siempre he creído y, con la ayuda de Dios, creeré en lo futuro, todos los artículos que la Sagrada Iglesia católica y apostólica de Roma sostiene, enseña y predica. Por haber recibido orden de este Santo Oficio de abandonar para siempre la opinión falsa que sostiene que el Sol es el centro e inmóvil, siendo prohibido el mantener, defender o enseñar de ningún modo dicha falsa doctrina; y puesto que después de habérseme indicado que dicha doctrina es repugnante a la Sagrada Escritura, he escrito y publicado un libro en el que trato de la misma y condenada doctrina y aduzco razones con gran fuerza en apoyo de la misma, sin dar ninguna solución; por eso he sido juzgado como sospechoso de herejía, esto es, que yo sostengo y creo que el Sol es el centro del mundo e inmóvil, y que la Tierra no es el centro y es móvil, deseo apartar de las mentes de vuestras eminencias y de todo católico cristiano esta vehemente sospecha, justamente abrigada contra mi; por eso, con un corazón sincero y fe verdadera, yo abjuro, maldigo y detesto los errores y herejías mencionados, y en general, todo error y sectarismo contrario a la Sagrada Iglesia; y juro que nunca más en el porvenir diré o afirmaré nada, verbalmente o por escrito, que pueda dar lugar a una sospecha similar contra mí; asimismo, si supiese de algún hereje o de alguien sospechoso de herejía, lo denunciaré a este Santo Oficio o al inquisidor y ordinario del lugar en que pueda encontrarme. Juro, además, y prometo que cumpliré y observaré fielmente todas las penitencias que me han sido o me sean impuestas por este Santo Oficio. Pero si sucediese que yo violase algunas de mis promesas dichas, juramentos y protestas (¡que Dios no quiera!), me someto a todas las penas y castigos que han sido decretados y promulgados por los sagrados cánones y otras constituciones generales y particulares contra delincuentes de este tipo. Así, con la ayuda de Dios y de sus Sagrados Evangelios, que toco con mis manos, yo, el antes nombrado Galileo Galilei, he abjurado, prometido y me he ligado a lo antes dicho; y en testimonio de ello, con mi propia mano he suscrito este presente escrito de mi abjuración, que he recitado palabra por palabra.

En Roma, en el convento de la Minerva, 22 de junio de 1633; yo, Galileo Galilei, he abjurado conforme se ha dicho antes por mi propia mano.”

Extraído de: La Filosofía en el Bachillerato // webdianoia.com dirección web: http://www.webdianoia.com/moderna/galileo/galileo_cur.htm – última visita: 8 septiembre de 2013

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ACTIVIDAD: Luego de leer los textos, siga los pasos a continuación para realizar un breve análisis en su cuaderno.

1. Del primer texto Fragmento RAZÓN Y FE - “Breve Historia de la Filosofía” de Humberto Gianinni, identifique 5 ideas centrales. Luego, haga una síntesis que contenga lo que usted aprendió con la lectura.

2. De los tres fragmentos “En torno a Galileo”, haga un esquema que integre la forma en que se desarrolla el proceso contra Galileo, las razones que están involucradas y el resultado que se obtiene. Haga una opinión acerca de las razones por las cuales se le acusa.
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1Jasinowski, Renacimiento italiano y Pensamiento Moderno, Ed. Universitaria, 1968.

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